El juego

Un flash de luz fue el cruce de esas miradas; como si en cámara lenta cada uno reconociera hasta el detalle más imperfecto de su rostro. Se miraban, se reían y por dentro se reconocían. Fueron esos encuentros furtivos, prescindidos de palabras las que dieron inicio al juego sutil de perseguirse uno al otro y de encontrarse cara a cara netamente en la intimidad.

A él le gusta ella, la desea, quiere tenerla bajo sus sábanas, ahí donde la vulnerabilidad se ve pintada en su torso desnudo. La llama para salir. Salen. Quiere besarla, pero ella se rehúsa. Sabe lo que hace, sabe cómo hacer bien su papel.

Ella sabe que ese hombre la desea; sabe que hará lo que fuese necesario para dormir con ella. Lo sabe porque sin palabras su cuerpo lo delata. Y se vuelve a rehusar, tal vez por ego; tal vez por vanidad.

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