El comienzo...
El sonido del teléfono me despertó asustada, eran casi las cuatro de la mañana y no había sabido nada de Mauro hasta esa hora, supuse que se estaría divirtiendo mucho en la fiesta de graduados, tanto sacrificio y dedicación para ser lo que siempre quiso ser, Abogado. No sonó más y con una intranquilidad predecible volví a retomar el sueño. Otra vez el teléfono, esta vez eran las 5 y 17 am, una voz temblorosa y asustada al otro lado del auricular me anunció lo que mas temía, hemos sufrido un accidente, pero tranquila que Mauro está bien, se cortó la llamada. Inmediatamente me cambie de ropa y salí en puntillas para no despertar a Mariana. Parada en el umbral de la puerta, viendo la noche caer y la mañana empezar, sabía que esta sería mi más grande batalla. Volvió a sonar el teléfono, esta vez era Norma, tranquila que tu hijo está bien, lo llevaron al hospital Metropolitano del centro de la ciudad; un hospital que seguro me sacaría un ojo de la cara asumí, todo que sea por el bien de mi hijo. Durante el trayecto de la casa al hospital mil cosas pasaron por mi mente, todo la vida de Mauro pasó ante mi cual estrella fugaz que corre por el firmamento, todos los sueños que logró cumplir, todas las metas planteadas, todo, absolutamente todo para que ahora se encuentre en una sala de hospital, ella que sería su mayor aliada, su mejor compañía, de ahora en adelante. Y entré repentinamente como un huracán llevándose todo a su paso, mis lágrimas caían agotadas sobre el suelo, mis pasos eran rápidos y pesados, como apurados pero a la vez reteniéndome en un lugar seguro. Al correr sentía que mis brazos al aire eran cortados y lanzados hacia atrás; era Norma que me impedía pasar a la sala de emergencias en donde yacía casi sin vida el cuerpo de mi hijo.
¿Cómo pasó?
Estaban un poco tomados y al bajar por la Carvajal perdieron los frenos y terminaron estrellándose contra la fachada del muro de la ferretería que está al tope de la avenida.
¿Cómo está Amelia?
Ella está bien, solo unos cuantos politraumatismos, heridas y cortes, está consciente. El doctor dice que después de unos exámenes de rigor podremos llevárnosla a casa.
¿Mauro que tiene, que le paso?
No llevaba cinturón, rompió el parabrisas con la frente, tiene varias fracturas en su cara y cuerpo. Está grave.
Mi llanto desenfrenado empezó a salir de mi cuerpo como manantial, cantidades de lágrimas saladas rodeaban mi cara y resbalaban por mi ropa con rumbo indefinido, y es que simplemente no lo podía creer, aún no asimilaba que mi pequeño, mi niño de lindos ojos negros se encontraba entre la vida y la muerte, dando la espalda a una sábana sin color alguno. Después de varios exámenes de rigor; entre tomografías, encefalogramas y demás; el doctor me llamo a una sala, juro que era el lugar más frío y sin sentimiento que había visitado jamás. Con un tono serio e igual de descorazonado que la sala, me anunció que mi hijo había sufrido varias fracturas en el cuerpo, pero que eso era lo menos grave; Mauro había caído en un estado severo de pérdida de la conciencia, es decir estaba en coma, en un coma de cuarto nivel; uno de los más altos dentro de la escala.
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